Por Lorena Careaga
Hablando de historia y otras cosas, ¿saben ustedes que las primeras excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en México datan de 1675 y fueron realizadas en Teotihuacan por un polímata mexicano?
Que tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos de Carlos de Sigüenza y Góngora, el intelectual novohispano que, como buen polímata o erudito en diversas disciplinas, destacó como escritor, poeta, matemático, astrónomo, cosmógrafo, historiador, cronista, biógrafo, pionero de la arqueología, técnico de fortificaciones y artillería, bibliófilo y funcionario del gobierno colonial.
Pariente del famoso poeta español barroco y culterano, Luis de Góngora y Argote, Sigüenza nació en la Ciudad de México el 15 de agosto de 1645. A los 15 años comenzó sus estudios en el colegio jesuita de Tepotzotlán y posteriormente en la Real y Pontificia Universidad de México, donde ganó la cátedra de matemáticas. Debido a sus destacados aportes y publicaciones, se le considera como uno de los principales promotores de dicha disciplina en la Nueva España, así como de los conocimientos científicos más avanzados de su tiempo, desarrollados por Copérnico, Galileo, Descartes, Kepler y Tycho Brahe.
En 1690, Sigüenza publicó un curioso libro de aventuras: Los infortunios de Alonso Ramírez. Durante muchos años se creyó que era una obra de ficción y se le consideró, junto con El Periquillo Sarniento, como la primera novela novohispana. En este relato, Alonso Ramírez, un joven español, oriundo de San Juan de Puerto Rico, se hace a la mar en busca de fortuna y acaba dando la vuelta al mundo en medio de las mayores peripecias, cayendo en manos de piratas ingleses y recalando finalmente en Yucatán, después de naufragar en las costas cercanas a Bacalar. Hoy en día, gracias a las evidencias históricas encontradas por dos expertos, sabemos que se trata de un relato biográfico, basado en la vida de un personaje real, que incluso visitó Tihosuco y Valladolid.
Carlos de Sigüenza y Góngora murió a los 55 años, el 22 de agosto de 1700, después de haber donado su valiosa biblioteca e instrumentos cientìficos al colegio jesuita de San Pedro y San Pablo, así como su propio cuerpo a la ciencia. Cinco años antes había escrito el elogio fúnebre de Sor Juana Inés de la Cruz, su contemporánea.
Sigamos en contacto vía Twitter, en @lorenacaracol. Hasta la próxima.
Discussion about this post