Saber que en Quintana Roo se construirán 31 mil nuevos cuartos, lo que implica que para 2019 operarán 130 mil habitaciones hoteleras, puede ser motivo de gozo para muchos, pero también de preocupación para otros más.
Bajo el argumento de los empleos, aunque mal pagados, y de la inversión que generan –pero que no se siempre se queda en México- se han autorizado a diestra y siniestra miles de cuartos de hotel, para hacer frente a la creciente demanda de turistas que requieren de hospedaje.
El problema es que los proyectos hoteleros o condominales, se aprueban sin que exista un control eficaz que garantice la dotación de los servicios públicos que demandarán.
Los instrumentos de planeación, que se supone, miden ese tipo de variables y establecen límites para ordenar el crecimiento urbano, suelen estar rebasados, porque su elaboración es compleja y tardada; por los intereses que se juegan con la especulación de la tierra y de las densidades; por los factores políticos o porque se nutren de cifras e indicadores que no corresponden con la realidad.
Así, tenemos Programas de Desarrollo Urbano que se actualizan en 2018, con cifras del INEGI del 2010 y que se aprueban con un umbral de 15 a 20 años de vigencia, pero luego en el ínter se modifican y lo que es peor, no se acatan o se alteran mediante cabildazos.
Para prueba un botón. Cancún se diseñó en 1970 con un tope de cuartos que se rebasó una década después. Para 1994, se estableció un nuevo límite, que tampoco se respetó. En 2005 nuevamente se fijó un máximo de cuartos construible, de hasta 29 mil 900 habitaciones. Para 2008 había 36 mil.
Hubo quienes desde la academia sugirieron una moratoria provisional, para permitir la reintroducción de servicios y bajarle la presión a los ecosistemas alterados o destruidos por la magnitud del desproporcionado desarrollo. Nadie lo quiso aceptar.
Desde hace al menos 13 años, se habla de que hay que repensar el futuro de Cancún y de su crecimiento desbordado, pero todo queda siempre ahí, mientras las licencias de construcción se siguen expidiendo, respetando la normatividad o violentando reglamentos y leyes, situación que se repite a nivel federal, que sigue autorizando ambientalmente proyectos impensables, que atentan contra el marco legal y representan una amenaza para los ecosistemas.
Cómo explicarse que Cancún, que rebasó su límite de crecimiento desde hace una década o más, tendrá junto con Puerto Morelos, 8 mil 600 nuevos cuartos de hotel en dos años?
Habrá quien diga que con la actualización de 2013 de Julián Ricalde, que luego tumbó el gobierno de Paul Carrillo, se amplió otra vez el umbral de crecimiento. Es verdad.
La pregunta es ¿hasta dónde? ¿hasta cuándo? ¿cuál es el límite de quienes parecen no entender que todo tiene y debe tener un límite, excepto el sentido común, la lógica y hasta la ambición.