Hace unos días, una fiesta de cumpleaños se tornó en conversatorio sobre la creciente inseguridad en Cancún.
Ojalá fuera sólo un tema de percepción o de imaginación, pero la realidad es que la población se siente cada vez más insegura, por lo que le toca vivir, ver o escuchar de familiares o amigos víctimas de algún delito.
Lo dicen las encuestas del INEGI y los diagnósticos municipales y estatales sobre el tema.
En esa reunión, al menos la mitad de quienes asistieron, se dijo víctima de robos en transporte, asalto a mano armada en la calle, clonación de tarjetas o intentos de extorsión telefónica. Una pareja narró que recientemente un trío de jóvenes armados entró a la cafetería donde estaban, robó el dinero de la caja y desvalijó a la clientela entera.
Las terribles anécdotas se mezclaron con las críticas al discurso gubernamental, volcado en culpar a los medios de comunicación de los warnings y de lo que asumen como “un problema de percepción”.
La estrategia no es nueva. El primero que trató de imponer el discurso del avestruz, hace más de 12 años, fue Rodolfo Elizondo, secretario de Turismo durante el foxismo.
El funcionario federal gustaba de venir a regañar a las y los periodistas, por publicar los desmanes ocasionados por springbreakers en la zona hotelera.
Se quejaba de las notas sobre la erosión de playas porque la competencia en el Caribe aprovechaba para boicotear al destino; negaba la existencia del turismo sexual o reprochaba la difusión de los cuerpos calcinados que aparecieron dentro de un auto.
Elizondo, atrabancado y directo, sin finezas, como era, no exigía a las autoridades y gobierno solucionar esos problemas, pero pedía a la prensa textualmente: “Dejar de pegarle a la gallina de los huevos de oro” y de plano les exhortaba a callar.
Recientemente, con modos más sofisticados y la elegancia que le caracteriza, el actual secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, vino a lo mismo, pero con mayor sutileza e insistió en que las portadas de periódicos incidieron en el ánimo del Departamento de Estado de los Estados Unidos para incluir a Cancún en su advertencia de viaje.
Se entiende que Quintana Roo vive del Turismo y que cualquier situación que empañe su imagen, impacta negativamente. Se entiende que hay que matizar y colocar los hechos en su justa dimensión sin exagerarlos o desvirtuarlos, pero tampoco se puede omitir la realidad.
La prensa podrá matizar, pero mientras la autoridad no resuelva la inseguridad que va en aumento, los medios no deben mentir, ni callar. Y mucho menos ser culpados por retratar lo que está padeciendo la comunidad.
Si no hay asaltos a casas, bancos, cajeros, restaurantes, cafeterías, oxxos, plazas comerciales, escuelas, taxis, autobuses y calles; sino hay homicidios en la ciudad o en las playas, ligados o no al crimen organizado; si no hay violaciones sexuales y feminicidios, seguramente no habrá portadas que les escandalicen.
Y si deciden comprar el silencio de los medios, habrá que recordarles que la propia ciudadanía informa o comunica a su modo en redes sociales, la realidad que infructuosamente pretendan callar.