Hace tres años, a bordo de un crucero internacional, una pareja de turistas provenientes del Caribe, se dirigía con entusiasmo hacia Cancún, como parte de un viaje de Luna de Miel, luego de navegar por el Mediterráneo.
Iban entusiasmados, pero también preocupados, temiendo que el paisaje que atestiguaron en Republica Dominicana se repitiera y que el inédito recale de sargazo que presenciaron en las playas del Caribe, les impidiese disfrutar del azul turquesa del mar de Cancún, que definieron como único.
La pareja coincidió en que la mayoría pensamos que las y los turistas llegan a nuestra patria de sales soles y solos, por sus playas, cuando en realidad lo hacen por la contemplación del color irrepetible de sus aguas y la oportunidad de sumergirse con seguridad en sus tonos distintos de azul, que no existen en otro centro turístico del Caribe.
Por eso no dudaron en afirmar que, si hay algo que sacaría de competencia a Cancún, frente a otros destinos de playa, eso sería perder el color de sus aguas, lo que de entrada podría parecer imposible, pero no lo es.
Desde hace al menos una década, el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, de la UNAM, en Puerto Morelos, estudia la coloración del agua marina, como un efecto de las descargas de aguas residuales y grises, que aumenta la generación de nutrientes y de algas, sumando a ello la tala de manglares que filtran el agua de contaminantes.
Científicos de dicho instituto han presentado en foros académicos y universidades, avances gráficos sobre sus investigaciones, simulando la metamorfosis del color del mar. El resultado suele ser impresionante y sobrecogedor para cualquiera que esté presente.
La escena se parece mucho a la postal del verano de 2015, cuando el recale de sargazo pelágico, una especie de alga parda, hizo crisis en al menos cinco municipios de Quintana Roo. Se destinaron más de 100 millones de pesos, como parte de una partida excepcional, para atacar el problema, en campo, monitoreo y estudio.
Los resultados jamás se dieron a conocer. El tema pasó, pero regresó este 2018 con mayor intensidad y, según los pronósticos, aumentará todavía más. Las tormentas de mayo y junio agudizaron la presencia del sargazo en las costas de todo el estado y la situación se agrava.
Los hoteleros no se dan abasto para recoger las miles de toneladas que se acumulan en los frentes de playa; aumentan las quejas de turistas que se sienten timados al reservar para disfrutar paisajes azules con aguas cristalinas que no encuentran; y las autoridades se encuentran casi rebasadas, porque el retiro, manejo y disposición final de las algas, es complejo, costoso y está reglamentado para no dañar otros ecosistemas.
Menudo problema que concentrará hoy, como hace tres años, a los secretarios de Semarnat y de Turismo, Rafael Pacciano y Enrique de la Madrid, en Cancún, para anunciar junto con el gobernador, Carlos Joaquín y sus secretarios del ramo, Alfredo Arellano y Marisol Vanegas, las soluciones a emprender ante uno de los grandes y permanentes escollos que enfrentan hoy, los destinos turísticos del Caribe.